Preguntas Frecuentes – Seguramente quieres conocer un poco mas de nosotros. Aquí trataremos de responder a las preguntas más comunes que recibimos.
- ¿Qué significa la palabra “fray” o “fraile”? La palabra “fra” es un diminutivo de la palabra italiana “fratello”, que significa “hermano”. Así que fra, fray o fraile significa “hermano”.
- ¿Cuáles y cuántos son los votos que profesan los frailes capuchinos? Los Capuchinos profesamos tres votos: vivir en obediencia, sin nada propio y en castidad.
- ¿Qué significado tiene el hábito café, la cuerda con nudos y las sandalias que usan los frailes? San Francisco de Asís hizo el hábito con capucha, de manera que todo él, una vez extendido, formara una cruz. La cuerda con tres nudos nos recuerdan los votos que hemos profesado. Y las sandalias nos recuerdan la minoridad y humildad que nos debe caracterizar.
- ¿Cuánto tiempo toma para llegar a ser fraile Capuchino? El aspirante a la vida capuchina hará primero el postulantado, que dura dos años. Después ingresará al noviciado, donde recibirá el hábito capuchino. Al finalizar el año, emitirá por primera vez sus votos temporales, conviertiéndose así en fraile.
- ¿Dónde y cuándo puedo participar de las convivencias vocacionales? Normalmente, las convivencias vocacionales se realizan en nuestras fraternidades los últimos sábados de cada mes. Sin embargo, por motivo de la pandemia del Covid-19, la modalidad de los encuentros es ahora diferente. Escríbenos para recibir más información.
- ¿Ustedes inventaron el café capuchino? Se dice que en 1683 el beato fray Marco de Aviano, fraile capuchino, ordenó un café en una cafetería, pero como tenía un sabor demasiado amargo, le pidió al camarero si le podía agregar un poco de leche para que fuera más suave: y el camarero, al ver que el color asumido por la bebida después de haberle puesto la leche era muy similar al hábito y la blanca barba del fraile, no pudo evitar exclamar “¡café capuchino!”
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Contents
¿Qué se necesita para ser fraile?
Cómo ser fraile: la Obediencia – El consejo de obediencia no se encuentra explícitamente en las Escrituras. Sin embargo, puede extraerse de su declaración al hombre joven, «si deseas ser perfecto, ir …. Y ven, sígueme. » Evidentemente, los que lo siguieron tuvieron que obedecerle de una manera que no se requiere a todos.
Tuvieron que obedecer no sólo las leyes generales que había establecido para todos, sino también sus mandatos a cada uno de ellos individualmente. Por ello la obediencia da respuesta a cómo ser fraile, ya que los seguidores de Jesús son obedientes como lo fue él.
Cuando Jesús llamó a los discípulos a seguirlo, les enseñó la necesidad de una obediencia dedicada a su persona. No se trataba sólo de la observancia común de la ley divina y de los dictados de una conciencia humana verdadera y recta, sino de un compromiso mucho mayor.
Seguir a Cristo significó estar dispuesto a hacer todo lo que él personalmente ordenó y ponerse bajo su dirección al servir el Evangelio para la venida del Reino de Dios (Lc 9:60, 62). Por lo tanto, además del compromiso con el celibato y la pobreza, con su «Sígueme», Jesús también pidió uno de obediencia, extendiendo a los discípulos su propia obediencia al Padre en la condición del Verbo Encarnado que se convirtió en el «Siervo de Yahweh «.
Requisitos y proceso para ser fraile en España.
¿Qué hacen los frailes capuchinos?
Historia [ editar ] – Fue iniciada en 1525, por Mateo de Bascio y por los hermanos Ludovico di Fossombrone y Rafaele di Fossombrone , en compañía de otros franciscanos. Sus iniciadores fueron observantes que marcharon a conventos de retiro, para allí tener una vida más contemplativa. Con el tiempo su número creció y decidieron hacer una reforma de la orden franciscana. Esto era muy común en aquella época, ya que son muchas las reformas franciscanas que se sitúan dentro de la observancia.
Se separaron de los observantes y estuvieron bajo obediencia del ministro general de los Conventuales hasta tener su propio ministro general. Como las otras ramas, por lo general los capuchinos se dedican al cuidado pastoral de parroquias.
Sin embargo aprecian la vida contemplativa y el estudio. Los capuchinos se consideran a sí mismos la rama heredera de los espirituales del primer franciscanismo, a pesar de haber sido fundados varios siglos después. Usan un hábito inspirado en el hábito de san Francisco conservado en Asís, con una cuerda (como los franciscanos observantes y otras reformas franciscanas), pero la diferencia principal entre los integrantes de la familia instituida por Fransciso de Asís es que llevan una capucha unida a la túnica (de acuerdo a la forma del hábito original que usaba san Francisco ) y es más larga comparada con la de las otras ramas.
Un exhaustivo análisis de la importancia de la forma del hábito franciscano y el uso de barbas largas y descuidadas, lo ha realizado la historiadora Anel Hernández Sotelo, [ 1 ] en su obra «Una historia de barbas y capuchas.
La deconstrucción de la figura de san Francisco. Siglos XVII -XVIII» publicada por el Instituto Colombiano de Antropología e Historia en 2017. [ 2 ] .
¿Cómo es la vida de un fraile?
«Fray» redirige aquí. Para el personaje de Buffy the Vampire Slayer, véase Fray (cómic). No debe confundirse con monje. Frailes agustinos recoletos. El término fraile (del latín frater , ‘hermano’) es el nombre usado en la Iglesia católica para referirse a los miembros de las órdenes religiosas mendicantes , nacidas a partir del siglo XIII , que predican la renuncia a las riquezas materiales y la acción apostólica y evangelizadora. Un fraile se diferencia de un monje en dos aspectos:
- El ministerio y apostolado de un fraile lo lleva a trabajar por el Reino de Dios fuera del convento o de la ermita , mientras que, tradicionalmente, el monje no sale de su monasterio , donde se dedica a la oración y las labores internas.
- El fraile suele ser cambiado de lugar según la necesidad de los superiores, mientras que el monje se identifica con su monasterio.
¿Qué es ser franciscano capuchino?
Quizá lo más conocido de la Orden de frailes menores capuchinos es su ads- cripción al movimiento fundado por san Francisco de Asís en el siglo xii, que llevan barbas largas y capucho a sus espaldas y que, al fin y al cabo, se rigen por los principios de la Regla aceptada por Francisco en 1223.
¿Cuántos tipos de fraile existen?
El vocablo latino frater , que puede traducirse como “hermano” , llegó al occitano como fraire. De dicho término deriva fraile , una palabra que en nuestro idioma alude a los religiosos de determinadas órdenes. Para la Iglesia católica , los frailes son los integrantes de las órdenes mendicantes que surgieron en el siglo XIII. Los frailes, por lo tanto, realizan un voto de pobreza y viven de la caridad , renunciando a sus bienes.
Entre ellos, mantienen una relación de fraternidad (hermandad). Los franciscanos, los servitas, los carmelitas, los capuchinos, los dominicos y los agustinos son frailes. Cuando se antepone esta condición al nombre del religioso, se suele utilizar el término fray.
Al fraile Cayetano Rodríguez , por ejemplo, se lo conoce como fray Cayetano Rodríguez. A diferencia de los monjes, los frailes suelen realizar su trabajo más allá de los límites de su ermita o convento. Los monjes, por otra parte, suelen estar identificados de forma directa con su monasterio, mientras que los frailes pueden ser asignados a distintos lugares de acuerdo con las decisiones de sus superiores.
- En un monasterio de frailes la vida no es como suele pintarse desde fuera;
- Si bien es cierto que estas personas se entregan por completo a la voluntad de Dios, esto no se traduce en la solemnidad absoluta: el humor también tiene un lugar muy importante;
Entre los frailes se crea un lazo de fraternidad y colaboración que se puede apreciar en todos los aspectos de su día a día; por ejemplo, uno de los roles consiste en levantarse a la madrugada para preparar el desayuno de todos. Lejos de ser una prisión, un monasterio de frailes es un lugar al que uno llega por voluntad propia, aunque para permanecer en él deba cumplir ciertas reglas. La guitarra es quizás el instrumento musical más usado en el ámbito de la religión cristiana, y entre los frailes se ve muy a menudo para amenizar sus ratos juntos. También el deporte forma parte de sus actividades cotidianas, entre las cuales se encuentra la lectura y el estudio de lenguas antiguas. Precisamente, su formación académica se combina sin problema alguno con los momentos de ocio, el humor y la oración , dando lugar a una vida muy equilibrada.
- La base de la convivencia es la sinceridad , que va de la mano de la piedad y se convierten en la receta perfecta para vivir con plenitud cada momento;
- Para un fraile, la dicha se consigue por medio de la fusión entre la vida cotidiana y la oración, entre los lazos con sus hermanos y la adoración a Dios;
Mientras que desde fuera el abandono de ciertas costumbres mundanas se puede percibir como un gran sacrificio que priva a los frailes de su libertad, ellos lo ven de un modo completamente diferente: al dejar atrás estas actividades que consideran nocivas acceden a la verdadera libertad , tienen la oportunidad de llevar una vida plena y de realización personal.
El fraile está convencido de que abandonarse a la misericordia y el amor de Dios es en realidad obtener todo lo que podría llegar a querer. Fraile, por otra parte, es el nombre común que reciben varias especies de plantas.
La Veronica anagallis-aquatica , la Muscari neglectum , la Papaver rhoeas y la Lythrum salicaria son plantas que se conocen como frailes. En el ámbito de la náutica , por último, fraile es la bita de forma redondeada que se arraiga a la proa de un buque remolcador para que el cabo de remolque gane firmeza.
¿Qué estudian los franciscanos?
Educación Franciscana. Los franciscanos fueron los primeros frailes en arribar a la Nueva España entre los años de 1523 y 1536. Su preocupación principal fue la de evangelizar a los nativos de estos nuevos territorios, fueron los primeros que se interesaron por introducir un nuevo conocimiento.
¿Cuántos tipos de capuchino hay?
Latte, capuchino, moka, existen varios tipos de café que vale la pena que te expliquemos para que así en tu próxima visita a OXXO puedas decidirte por alguno de los que tenemos en andatti y te quedes con la mejor experiencia, así que sigue leyendo. Intenso: Como lo dice su nombre, su sabor es fuerte y su olor realmente potente, la base de un café americano con cuerpo.
Clásico: Es el sabor que nos ha caracterizado, es semi intenso con un sabor americano no tan cargado pero con un olor que invade el espacio. Capuchino Regular: Es similar a un café con leche, la diferencia es que tiene más espuma y chocolate por encima.
Capuchino Vainilla: El toque especial se lo da la vainilla, la cual le suma un aroma realmente dulce. Capuchino Moka: Es una mezcla entre un capuchino y un chocolate caliente, la combinación perfecta. Capuchino sin Azúcar: La única diferencia es que puedes disfrutarlo sin sentir culpa.
- Capuchino Splenda: El sabor prevalece sin aportar a tu cuerpo tantas calorías;
- Capuchino Canela: Es la canela la que provoca que los matices del café sobresalgan con cierta dulzura;
- Latte: Es mucho más dulce en comparación con un café americano, pues se fusiona con leche al vapor;
¿Cuál vas a elegir? En andatti tenemos el mejor sabor y calidad, además nuestro café es 100% mexicano con granos recolectados de las mejores regiones cafetaleras del país. Ven y vive un momento andatti..
¿Cómo preparar el capuchino?
Descargar el PDF Descargar el PDF Si te gusta un buen capuchino, pero no puedes ir a la cafetería por tu dosis, ¡prepara uno en casa! Necesitarás preparar expreso, espumar la leche y preparar el capuchino que tradicionalmente tiene más espuma que un café con leche. Puedes preparar el expreso en una cafetera moca, una cafetera AeroPress o una cafetera expreso. Luego prepara espuma de leche con un batidor de leche. O puedes calentar la leche y espumarla por separado. Vierte la leche caliente cuidadosamente en el expreso, de tal manera que la espuma cremosa termine en la parte superior. ¡Disfruta tu capuchino preparado a mano!
- 1 Prepara tu expreso en una cafetera moca. Llena el compartimiento inferior de la cafetera moca con agua y coloca el colador encima. Llena el colador con tu café expreso molido y limpia cualquier resto de café del borde. Enrosca la parte superior de la cafetera y colócala en la estufa a fuego bajo. [1]
- Evita comprimir el expreso en el colador. Esto puede atascar la cafetera.
- Debes calentar la cafetera moca por 5 a 7 minutos.
- 2 Usa una cafetera AeroPress para preparar el expreso. Coloca el filtro en la tapa del filtro y gíralo en el compartimiento. Coloca el compartimiento encima del vaso en el que quieras servir el capuchino y mide una cucharada llena de café en el compartimiento. Vierte agua hirviendo cuidadosamente hasta la marca 1.
- Calienta el expreso hasta que escuches borboteos y el agua hierva;
- Apaga el fuego una vez que la cafetera moca esté llena de expreso;
- Revuelve la cafetera y usa el expreso inmediatamente;
- Revuelve el expreso por 10 segundos y luego inserta el émbolo AeroPress en el compartimiento;
Presiona hacia abajo lentamente hasta que llegues al café molido. Esto extraerá el expreso. [2]
- Usa café finamente molido en la cafetera AeroPress y sacúdelo una vez que esté en el compartimiento. Esto garantizará que el expreso se extraiga uniformemente.
- 3 Saca una carga de expreso de una cafetera expreso. Una cafetera expreso es una de las mejores formas de obtener expreso con crema rica encima. Sigue las instrucciones de la cafetera para llenar el portafiltro con expreso molido e insértalo en el cabezal de colado. Enciende la cafetera para obtener una carga simple o doble de expreso.
- Puedes preparar capuchino con la cantidad de expreso que quieras. Considera usar una sola carga en un capuchino pequeño o usa una carga doble para un capuchino más grande.
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- 1 Elige la leche. Puedes usar cualquier tipo de leche que prefieras, pero ten en cuenta que la leche entera creará la mejor espuma y con más facilidad. Si usas leche descremada, podría separarse más. También puedes usar leche de soya, de almendras o de arroz. Estas podrían espumarse de forma un poco diferente, así que presta atención a cómo las calientas.
- Para preparar un capuchino moca simple, podrías usar leche chocolatada.
- 2 Vierte la leche en una jarra fría. Vierte leche fría en una jarra limpia y fría. Debes verter más leche de la que planees beber. Por ejemplo, si quieres preparar un capuchino de 240 ml (8 onzas), necesitarás verter 300 a 350 ml (10 a 12 onzas) de leche. Esto permitirá que la leche se expanda y sea más fácil de verter. [3]
- Usar una jarra fría hará que la leche se espume por más tiempo, lo cual creará una textura más suave.
- 3 Purga y enciende el batidor de leche. Antes de insertar el batidor de leche en la jarra, enciéndelo brevemente para purgar (limpiar) cualquier resto de agua en el batidor. Una vez que se espume un poco, apágalo y luego insértalo en la jarra de leche. Vuelve a encender el batidor inmediatamente e inclina la jarra en un ligero ángulo, de tal manera que la leche caliente y se bata.
- Si eres nuevo espumando leche, podría ser recomendable asegurar un termómetro al interior de la jarra, de tal manera que puedas monitorear la rapidez con la que se calienta la leche. Ten en cuenta que la leche seguirá calentándose después de haber dejado de espumarla.
- 4 Termina de espumar la leche. Ocasionalmente inclina el batidor cerca de la superficie de la leche. Esto introducirá aire, lo cual creará la espuma. Solo necesitarás hacerlo por unos cuantos segundos o te arriesgarás a crear mucha espuma muy seca. Cuando notes que la leche llegue a 65 a 70 °C (150 a 160 °F) aproximadamente, apaga el batidor y retira la jarra de leche. [4]
- Recuerda purgar el batidor y limpiarlo con un trapo húmedo una vez que hayas terminado de calentar la leche.
- La leche espumada debe estar brillante y uniforme, no seca ni grumosa.
- Mantén una de las manos al lado de la jarra, de tal manera que puedas sentir cuán caliente se torne. Retira la mano cuando llegue a 65 a 70 °C (150 a 160 °F) aproximadamente.
- 5 Considera calentar la leche en el microondas. Si no tienes un batidor de leche unido a la cafetera expreso, puedes calentar la leche en el microondas y sacudirla para crear un poco de espuma. Coloca leche descremada o parcialmente descremada en un frasco pequeño, de tal manera que por lo menos esté medio lleno. [5]
- La espuma solo durará por unos cuantos minutos con este método.
- 6 Usa un espumador de leche o una batidora si no tienes un batidor de leche. Si no tienes un batidor de leche, simplemente podrías calentar la leche en la estufa o en un microondas. Usa una batidora o un espumador de leche pequeño de mano para crear la espuma. Solo sigue batiendo o espumando la leche hasta que tengas tanta espuma como quieras.
- Este método creará mucha espuma, pero podría tener más burbujas que si calentaras la leche.
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- 1 Dale golpecitos a la leche espumada. Dale golpecitos suavemente a la jarra de leche espumada en la encimera, de tal manera que cualquier burbuja grande explote. Esto debe dejarte solo con microespuma que es más suave y brillante. Revuelve la jarra un poco para evitar que la leche se separe de la espuma antes de verterla. [6]
- 2 Vierte el expreso en la taza. Si no preparaste el expreso directamente en la taza, vierte el que hayas preparado (en la cafetera moca o AeroPress) en la taza. Para un capuchino pequeño, usa 1 carga (30 ml) de expreso. Para un capuchino más grande, usa 2 cargas (60 a 80 ml).
- Calienta la taza antes de agregar el expreso y la leche. Esto mantendrá tu bebida más caliente por más tiempo.
- 3 Vierte la leche en el expreso. Sujeta la taza con el expreso en una mano. Inclínala hacia un lado y usa la otra mano para verter lentamente la leche espumada en el centro del expreso. A medida que la taza se llene, mueve la taza gradualmente, de tal manera que esté nivelada y vierte un poco más rápido para poner la espuma en la parte superior de la bebida. [7]
- Si no te sientes cómodo vertiendo la leche y espuma, puedes usar una cuchara larga para revolver con el fin de contener la espuma. Luego úsala para colocar la espuma en la parte superior del capuchino.
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¿Cómo surgieron los franciscanos capuchinos?
Quienes somos – UNA ORDEN DE HERMANOS Los Hermanos Capuchinos somos una Orden Religiosa que forma parte de la Familia Franciscana , concretamente una de las tres reformas surgidas de los frailes de San Francisco. Estas tres reformas son: los Hermanos Menores Conventuales , los Hermanos Menores Observantes y los Hermanos Menores Capuchinos. Son ramas de la Familia Franciscana , autónomas, iguales en la raíz y en el tronco, diversas en su fisonomía externa, estilo y talante.
- Es la riqueza de la pluralidad en la unidad querida por Cristo;
- Los Franciscanos Capuchinos surgimos a partir de la experiencia de renovación de Fray Mateo de Bascio , Rafael y Ludovico de Fosombrone , en 1528;
Tenemos por fundador al propio San Francisco de Asís , y por espiritualidad la espiritualidad franciscana. Los primeros Capuchinos subrayaban la vida de oración, pobreza, austeridad y fraternidad. Querían imitar a Francisco de Asís hasta en su porte externo; por eso iban descalzos, usaban barba y llevaban una túnica con una larga capucha puntiaguda.
- De aquí su apelativo de ” Capuchinos “, simplemente por la reposición que hacían del hábito original, en que destacaba un simple capucho largo;
- En 1528 los Capuchinos fueron instituidos jurídicamente como ” Frailes Menores de la vida eremítica “, mediante bula de Clemente VII;
Recibieron autonomía y dependencia similar a una provincia. Son así herederos del carácter Conventual e incluyen, en sus constituciones, elementos propios de los Ermitaños Camaldulenses. En 1534 ya el nombre de Capuchinos llegó a serles asignado incluso en documentos oficiales de la Iglesia.
Para entonces eran ya 700 hermanos. Pasaron a ser una Orden independiente por determinación de Pablo V en 1619 , escindiéndoseles de los Conventuales; a los que los Capuchinos estuvieron ligados por 92 años.
En el siglo XVIII los Capuchinos llegaron a ser más de 34. 000. Hoy somos en el mundo alrededor de 11. 000 Hermanos y estamos presentes en 99 países de los cinco continentes. La Curia general de la Orden está en Roma. El Ministro General es el Hermano Roberto Genuin , de Italia.
- La simplicidad, el espíritu misionero, la cercanía al pueblo (en muchos sitios nos conocen como los ” frailes del pueblo “) y la vivencia de la vida fraterna en nuestras casas y apostolado, son signos visibles de nuestro estilo de vida, mientras que el énfasis en la vida de penitencia y de oración de los primeros Capuchinos debe ser reavivada;
Muchos son los frutos de santidad que ha dado esta orden, modelos como Félix de Cantalicio , Lorenzo de Brindis , Agatángelo y Casiano , Diego José de Cádiz , y más recientemente san Pío de Pietrelcina , fray Leopoldo de Alpandeire , y los recien beatificados mártires de la persecución religiosa.
¿Qué son los Hermanos Capuchinos?
Quienes somos – UNA ORDEN DE HERMANOS Los Hermanos Capuchinos somos una Orden Religiosa que forma parte de la Familia Franciscana , concretamente una de las tres reformas surgidas de los frailes de San Francisco. Estas tres reformas son: los Hermanos Menores Conventuales , los Hermanos Menores Observantes y los Hermanos Menores Capuchinos. Son ramas de la Familia Franciscana , autónomas, iguales en la raíz y en el tronco, diversas en su fisonomía externa, estilo y talante.
Es la riqueza de la pluralidad en la unidad querida por Cristo. Los Franciscanos Capuchinos surgimos a partir de la experiencia de renovación de Fray Mateo de Bascio , Rafael y Ludovico de Fosombrone , en 1528.
Tenemos por fundador al propio San Francisco de Asís , y por espiritualidad la espiritualidad franciscana. Los primeros Capuchinos subrayaban la vida de oración, pobreza, austeridad y fraternidad. Querían imitar a Francisco de Asís hasta en su porte externo; por eso iban descalzos, usaban barba y llevaban una túnica con una larga capucha puntiaguda.
De aquí su apelativo de ” Capuchinos “, simplemente por la reposición que hacían del hábito original, en que destacaba un simple capucho largo. En 1528 los Capuchinos fueron instituidos jurídicamente como ” Frailes Menores de la vida eremítica “, mediante bula de Clemente VII.
Recibieron autonomía y dependencia similar a una provincia. Son así herederos del carácter Conventual e incluyen, en sus constituciones, elementos propios de los Ermitaños Camaldulenses. En 1534 ya el nombre de Capuchinos llegó a serles asignado incluso en documentos oficiales de la Iglesia.
- Para entonces eran ya 700 hermanos;
- Pasaron a ser una Orden independiente por determinación de Pablo V en 1619 , escindiéndoseles de los Conventuales; a los que los Capuchinos estuvieron ligados por 92 años;
En el siglo XVIII los Capuchinos llegaron a ser más de 34. 000. Hoy somos en el mundo alrededor de 11. 000 Hermanos y estamos presentes en 99 países de los cinco continentes. La Curia general de la Orden está en Roma. El Ministro General es el Hermano Roberto Genuin , de Italia.
La simplicidad, el espíritu misionero, la cercanía al pueblo (en muchos sitios nos conocen como los ” frailes del pueblo “) y la vivencia de la vida fraterna en nuestras casas y apostolado, son signos visibles de nuestro estilo de vida, mientras que el énfasis en la vida de penitencia y de oración de los primeros Capuchinos debe ser reavivada.
Muchos son los frutos de santidad que ha dado esta orden, modelos como Félix de Cantalicio , Lorenzo de Brindis , Agatángelo y Casiano , Diego José de Cádiz , y más recientemente san Pío de Pietrelcina , fray Leopoldo de Alpandeire , y los recien beatificados mártires de la persecución religiosa.
¿Cuándo se establecieron los capuchinos?
LOS CAPUCHINOS (O. Cap. )
A mitad del siglo XIV, por reacción contra el «conventualismo» de la Orden, comenzaron a aparecer en Italia, España y Francia diferentes grupos de frailes que aspiraban a una vida más coherente con los orígenes franciscanos, deseosos de volver a una vida más acorde con los orígenes de la Fraternidad, especialmente en el retiro y la pobreza.
¡Quiero ser Franciscano!, ¿Qué debo hacer?…
Dentro de este ambiente de reforma nacieron los Capuchinos. El motivo fue el mismo de siempre: un grupo de frailes, en este caso Mateo de Bascio, Pablo de Chioggia y los hermanos Ludovico y Rafael de Fossombrone, insatisfechos de la vida que se llevaba en la «Observancia», decidieron volver al eremitismo de los orígenes como una forma de cumplir literalmente la Regla.
Sin permiso previo de su Provincial, optaron por hacer efectiva su nueva forma de vida, lo que les ocasionó persecuciones y aventuras sin fin hasta que su amistad con Catalina Cibo, duquesa de Camerino y sobrina del Papa, hizo posible que el 3 de julio de 1528, por medio de la bula Religionis zelus , Clemente VII concediera existencia jurídica a la nueva Fraternidad.
En realidad se trataba, simplemente, de poder llevar «vida eremítica», guardando la Regla de San Francisco, de usar la barba y el hábito con el capucho piramidal -de aquí el nombre de «Capuchinos»- y de predicar al pueblo. La afluencia inmediata de gran número de observantes y algunos novicios planteó la necesidad de hacer unas Constituciones que definieran la incipiente reforma.
Un año después se convocó el primer Capítulo para organizarse y redactar las Constituciones que, por hacerse en el eremitorio de Albacina, han pasado a la historia como Las Constituciones de Albacina , aunque en realidad llevaran el título de Constituciones de los hermanos llamados de vida eremítica.
La reforma Capuchina, de tanto rigor en sus formas, se mostraba en el fondo poco franciscana. Reforzada por el ingreso de grandes personalidades de la Observancia, se vio la necesidad de hacerla más equilibrada volviendo al genuino espíritu de Francisco.
- Para ello se convocó un nuevo Capítulo con el fin de discutir las nuevas Constituciones;
- Algunos de los iniciadores de la reforma no resistieron este cambio, creando verdaderos problemas, por lo que tuvieron que ser expulsados de la Orden;
En 1536 se promulgaron las nuevas Constituciones, donde la mesura y el equilibrio entre la contemplación y la acción llegaron a tal punto que se que convirtieron, prácticamente, en la legislación definitiva de la Orden. Las posteriores renovaciones sólo introducirán detalles de forma que no afectan al contenido.
La celebración del Concilio de Trento (1545-1563) favoreció la consolidación de la reforma. Con la instauración de casas de estudio en vistas a la formación para el ministerio, unos conventos más espaciosos y una organización más disciplinada, los Capuchinos no sólo se afianzaron sino que lograron expandirse geográficamente.
Primero fue Francia, después Bélgica. En España resultó más difícil por la prevención existente en la Corte de Felipe II, al considerar que la nueva reforma de los Capuchinos no añadía nada a la ya existente en España y muy extendida reforma de los Descalzos y Alcantarinos.
El primer intento parece que fue en 1570, aunque sin resultados positivos. Fue en 1578 cuando consiguieron establecerse en Barcelona. La Orden fue extendiéndose rápidamente hacia el Rosellón, luego hacia Valencia (1596) y, finalmente, Aragón (1598) y Navarra (1606).
Castilla seguía cerrada a los Capuchinos, hasta que en 1609 lograron establecerse en Madrid, multiplicándose posteriormente por otros puntos de Castilla y Andalucía (1613). Los capuchinos, por tanto, en su opción de volver a los orígenes, no hicieron más que seguir el ambiente de renovación y darle una forma concreta.
- «Volver a Francisco» era la consigna que latía en el fondo de la reforma; pues, como dice uno de los primeros cronistas: «Reformarse no es otra cosa que retornar a la forma original dada en los comienzos a nuestra Orden»;
[Tomado de http://www. planalfa. es/confer/capuchinos/la%20orden. html ] * * * * * LOS ORÍGENES DE LA REFORMA CAPUCHINA (1525) por José-Vicente Ciurana, o. cap. La presente nota no pretende ser algo original ni exhaustivo. Intenta solamente poner de relieve algunos datos, recogidos de autores que se han dedicado a estudiar nuestro tema (Pobladura, Iriarte, Van Asseldonk, Campagnola), sobre la aparición de la reforma capuchina dentro de la familia franciscana y sobre la cristalización de sus inquietudes espirituales en su primer texto legislativo: las Constituciones de Albacina.
Para comprender mejor el nacimiento de la reforma capuchina, no se ha de perder de vista la eterna lucha en torno a la interpretación práctica del ideal franciscano. Dos tendencias, latentes siempre, van reflejándose de tarde en tarde en toda la historia franciscana, bajo diferentes denominaciones, pero traduciendo siempre el mismo conflicto.
En el siglo XIII se llamaron Espirituales y Comunidad; en el XV, Observancia y Conventualismo; en el XVI, Estrecha Observancia y Regular Observancia. Ambas concepciones reconocen como norma intangible de vida la Regla de san Francisco. Pero mientras los más radicales la interpretan a la luz de la vida del Fundador y de su Testamento , la otra tendencia se esfuerza por actualizarla conforme a las exigencias prácticas de la evolución de la Orden y de sus fines apostólicos.
- Siempre que aparece una reforma bajo el signo de la más pura observancia, no tarda en aparecer dentro de la Orden la misma doble tendencia y en repetirse los episodios de pugna entre Comunidad , representada por la prudencia humana y el espíritu de disciplina, y los Celantes , religiosos fervorosos e idealistas que esperan una voz de insubordinación legal para hacer valer su derecho a observar la Regla a la letra;
El fenómeno concreto a que nos referimos se produjo en el seno de la Observancia a comienzos del siglo XVI con incontenible efervescencia. El remedio hubiera podido hallarse en el fomento inteligente de las casas de recolección, con una mayor comprensión hacia los religiosos descontentos.
Pero esta comprensión falló, sobre todo en Italia. Abundaban los religiosos y superiores deseosos de mayor observancia, pero se desconfiaba de las iniciativas privadas, ya que en la práctica existían religiosos que, con el pretexto de mayor perfección, se separaban de la observancia y llevaban una vida de vagabundos.
Lo que ocurrió en la floreciente Provincia italiana de Las Marcas, podía haber ocurrido en otra cualquiera. El Ministro provincial de la misma, Juan de Fano, ansioso como el que más de una renovación, esperaba que ella viniera desde arriba, de los superiores y de los Capítulos; repugnaba a su índole noble y distinguida toda actitud que se desviase de la legalidad.
La experiencia le demostrará que tales reformas, llegan tarde y sin eficacia. LOS INICIADORES DE LA ESCISIÓN Mateo de Bascio, joven sacerdote de escasa cultura y temple de predicador popular, pertenecía al grupo de los que en la Provincia de Las Marcas reclamaban la libertad de observar la Regla a la letra.
Había entrado en la Observancia hacia 1510, en el convento de Montefalcone. A finales de 1522 y principios de 1523, se declaró una epidemia de peste en el ducado de Camerino, y Mateo, con el permiso de sus superiores, se dedicó a atender a los apestados.
Su acción caritativa le valió la amistad de los duques de Camerino, Juan Bautista Varano y Catalina Cibo, sobre todo, de esta última, que será considerada como la madre de los capuchinos en sus comienzos, haciendo valer su condición de sobrina del papa Clemente VII.
En 1525 Mateo tuvo una visión en la que el mismo san Francisco le confirmó en sus propósitos y actitud. Enterado luego de que el hábito que a la sazón usaban los frailes no era el mismo que había usado san Francisco, ya que éste era mucho más áspero y con un capucho puntiagudo cosido a la túnica, lo adoptó sin más y se entregó a la práctica literal de la Regla.
- Viendo que no podía contar con la aprobación del superior ni con la benevolencia de sus hermanos de comunidad, decidió procurarse la aprobación del papa; y una noche salió secretamente de su convento de Montefalcone y se encaminó a Roma;
Obtuvo con facilidad de Clemente VII el permiso de viva voz, vivae vocis oraculo , para observar la Regla según sus deseos, vestir el hábito que llevaba puesto y andar predicando de una parte para otra, con la única obligación de presentarse todos los años, durante el Capítulo, a su superior provincial.
Luego, comenzó a anunciar la palabra de Dios con gran fervor por el ducado de Urbino, teniendo buen cuidado de no aproximarse a los conventos de los Observantes, para no ser apresado por los suyos. A finales de abril se celebraba el Capítulo provincial en Jesi, y allí se presentó Mateo conforme al mandato del papa.
Como era natural, el Provincial, Juan de Fano, lo hizo encarcelar, como fugitivo y vagabundo, en el convento de Forano. Mateo de Bascio, en efecto, no poseía documento alguno escrito de la autorización pontificia ni se había preocupado de procurárselo. Unos tres meses llevaba en su reclusión, cuando la noticia de lo ocurrido le llegó a Catalina Cibo, que veneraba a Mateo desde que había ejercitado la caridad durante la peste.
Inmediatamente exigió de Juan de Fano que en el plazo de tres días pusiera en libertad al preso. El Provincial tuvo que doblegarse, y Mateo de Bascio reanudó su vida de predicador ambulante. A finales de 1525 acudían al mismo Provincial los hermanos carnales Ludovico y Rafael de Fossombrone, pidiendo permiso para retirarse a un eremitorio con otros compañeros, a fin de observar la Regla en toda su pureza.
Juan de Fano se lo negó. Entonces ellos huyeron y se refugiaron entre los conventuales de Cingoli. En noviembre de 1525 llegaba a la Provincia de Las Marcas, en visita pastoral, el Ministro general de los Observantes, Francisco de los Angeles Quiñones. Enterado de estos acontecimientos, excomulgó a los fugitivos.
- El Provincial, Juan de Fano, previendo lo que aquel hecho podía significar para la unidad de la Provincia, obtuvo de Clemente VII el breve Cum nuper , de 8 de marzo de 1526, en el que se declaraba a Mateo de Bascio y a los dos hermanos, apóstatas de la Religión, con la facultad de poder encerrarlos;
En consecuencia, se dirigió a Cingoli con un grupo de frailes para apresarlos; pero Ludovico y Rafael huyeron a los montes, y sólo su astucia pudo librarles de caer en manos de sus perseguidores. Decidieron entonces pedir alojamiento en el eremitorio de los camaldulenses de Massaccio.
- Allí acudió Juan de Fano con los suyos, acompañado de fuerza armada; pero los fugitivos se escaparon por segunda vez, disfrazados de camaldulenses, a otro monasterio;
- Cuando el Provincial finalmente les dio alcance, los dos hermanos habían solicitado ya formalmente su incorporación a la Camáldula;
Los monjes rehusaron esta petición, por no indisponerse con los Observantes; pero, de momento, el asilo les valió a Ludovico y Rafael. Ambos fueron después en busca de Mateo de Bascio para acogerse con él a la autorización pontificia; pero Mateo les hizo observar que ésta era exclusivamente personal; de ahí que optaran por dirigirse a Roma.
El 18 de mayo de 1526 obtenían el breve Ex parte vestra , extendido por el Penitenciario mayor, que les autorizaba para separarse de la comunidad, juntamente con Mateo de Bascio, y para vivir en un eremitorio observando la Regla.
Con todo, debían pedir antes el consentimiento de su Provincial; si se lo negaba, podían hacer uso de la concesión del breve, aunque sin dejar de ser miembros de la Observancia ni cambiar el hábito. El permiso era también esta vez exclusivamente personal.
- Juan de Fano, apoyado por el Ministro general Quiñones, obtuvo por su parte la renovación del breve;
- Entre tanto, a los tres se les había unido Pablo de Chiogga, observante que se había secularizado para atender a su madre; también éste obtuvo permiso personal de Roma;
Los cuatro se reunieron en Fossombrone, refugiándose bajo la protección de la duquesa de Camerino contra la obstinada persecución de Juan de Fano. Éste intentó el camino de la persuasión, y, en presencia de los duques de Camerino, tuvo lugar una discusión en la que los fugitivos presentaron todas sus querellas contra la comunidad.
Ante la imposibilidad de someterlos por la fuerza o de atraerlos mediante la persuasión, el Provincial Juan de Fano se esforzó entonces por evitar al menos otras deserciones. En junio de 1527 publicó su Dialogo della salute , replicando a los descontentos.
El autor del Dialogo se plantea el problema de la observancia integral de la Regla según la «intención» de san Francisco. Juan de Fano representa, como Provincial de Las Marcas, la postura oficial de la Orden frente a los movimientos reformistas que habían surgido en su seno.
- Para él, el ideal de la Orden franciscana no existe fuera de la observancia de la Regla según las declaraciones pontificias; no hay que apelar al espíritu o a la intención de san Francisco;
- Esto no se da fuera de la Observancia oficial, tal como había sido estructurada por san Bernardino de Sena, san Juan de Capistrano y el Ministro general Francisco de los Angeles Quiñones;
Los reformadores apelaban al Testamento de san Francisco; pero éste, según las declaraciones pontificias, no tiene valor jurídico. Los grupos de reforma, siguiendo las sendas de los Espirituales , tienden a una ficción injustificable y peligrosa, a una utopía.
Solamente donde está la Observancia, todo es seguro y bueno; mientras toda disidencia viene del maligno. (Posteriormente, Juan de Fano, siendo sincero consigo mismo en su afán de reforma, dio la razón a sus perseguidos, pasándose a los capuchinos.
Esta decisión motivó el que hiciera una nueva redacción de su Dialogo entre 1535 y 1536. Esta segunda redacción de su obra es importante por ser la primera exposición de la Regla surgida de entre los capuchinos y por la defensa que hace en favor de la propia razón de ser de los mismos dentro de la familia franciscana).
Mientras tanto y a pesar de las dificultades, los cuatro reformados cobraban gran aprecio entre los habitantes de Camerino en la nueva peste que entonces se cebó en la ciudad durante el verano de 1527.
II. LA BULA «RELIGIONIS ZELUS» (1528) La situación de los reformados, jurídicamente considerada, era, cuando menos, expuesta; separados de la comunidad, no tenían entre sí ningún lazo de sociedad canónica, ni organización alguna reconocida. Había que dar el paso definitivo.
La ayuda incondicional y decisiva vino, también esta vez, de Catalina Cibo, la cual se dirigió a su tío el papa Clemente VII, cuando éste se encontraba en Orvieto, fugitivo del sacco de Roma, y le presentó una súplica de Ludovico y de Rafael de Fossombrone.
Después de maduro examen, el 3 de julio de 1528, el papa expedía la bula Religionis zelus , que daba existencia jurídica a la nueva fraternidad. La Orden capuchina estaba fundada. La duquesa hizo publicar inmediatamente el documento en la plaza pública de Camerino y en todas las iglesias del ducado.
La bula iba dirigida a Ludovico y a Rafael, y contenía los puntos siguientes: facultad de llevar una vida eremítica guardando la Regla de san Francisco; usar barba y el hábito con capucho piramidal, y predicar al pueblo; los reformados quedaban bajo la protección de los superiores Conventuales, pero bajo el gobierno directo de un superior propio con autoridad parecida a la de los Ministros provinciales; se les autorizaba a recibir novicios, tanto clérigos como laicos.
III. LAS CONSTITUCIONES DE ALBACINA (1529) La bula Religionis zelus tuvo como efecto inmediato el que gran número de Observantes y algunos novicios fueran a unirse con los recién constituidos capuchinos. Hubo que multiplicar los eremitorios y pensar en una organización más estudiada.
En un principio se consideró a Mateo de Bascio como el padre de la reforma; pero el verdadero jefe, de hecho y de derecho, en virtud de la bula de aprobación, fue Ludovico. En abril de 1529, Ludovico convocó el primer Capítulo, integrado por doce religiosos, con el fin de elegir superiores y redactar unas constituciones.
Se celebró en el eremitorio de Albacina (Ancona), y de ahí que las normas allí redactadas se conozcan con el nombre de Constituciones de Albacina. En cuanto se refiere al ideal que Francisco quería para su Orden, los primeros capuchinos se pronuncian desde sus comienzos por una observancia lo más perfecta posible de todo lo que el Santo quería y deseaba para su Orden.
Esta aspiración hacia el ideal integral de Francisco, que los caracteriza como Orden comunitaria, significa de hecho un intento serio de responder lo más fielmente posible a su «plan» sobre la Orden, como se afirma frecuentemente en las fuentes.
Los primeros capuchinos buscan esta intención de Francisco, no sólo en la Regla bulada de 1223, sino también en el ejemplo de su vida misma y en la doctrina que contienen sus otros escritos, especialmente el Testamento. Las Constituciones de Albacina no hablan explícitamente de ello, pero todo su contenido muestra, de hecho, que ellos lo pretendían.
- Prueba de esto es la llamada al ejemplo de Francisco y a su doctrina contenida fuera de la Regla;
- Su Testamento es citado explícitamente varias veces; la prescripción de celebrar a diario una sola misa en cada fraternidad, se inspira en la Carta a toda la Orden (vv;
30-33). Otro buen número de prescripciones responde precisamente a la doctrina y a la vida del Santo, que no se encuentran en la Regla de 1223. El contenido de tales prescripciones tiene su fuente inmediata en los estatutos particulares de otros grupos de reforma existentes en aquel entonces dentro de la Observancia.
En las primeras Constituciones capuchinas hay determinaciones que están tomadas de las normas escritas por los reformadores españoles Juan de la Puebla y Juan de Guadalupe, para la Custodia de los Angeles y para la Provincia de San Gabriel respectivamente.
También hay semejanzas con las normas que el Ministro general de la Observancia, Francisco de los Angeles Quiñones, había promulgado para las casas de recolección. En cuanto a influencias de fuera del ámbito franciscano, más externas que internas, son reconocibles las que provienen de la legislación de los Camaldulenses, cosa fácil de explicar dada la permanencia de Ludovico de Fossombrone entre dichos monjes.
Los 67 párrafos de que consta el primer texto legislativo de los capuchinos pueden reducirse fácilmente a cuatro grandes capítulos: pobreza y vida austera; oración y vida contemplativa; ceremonias litúrgicas y disciplina regular; soledad y vida eremítica.
En cuanto al orden en que se suceden los temas, el texto de Albacina no es precisamente un modelo, ya que los asuntos están entremezclados. Respecto a la orientación de la nueva reforma, es indicativo ya el título: Constituciones de los Hermanos Menores llamados de la vida eremítica.
- El eremitismo y la contemplación es algo que recorre todos los párrafos del texto;
- Es querer hacer hincapié en un valor fundamental del franciscanismo primitivo; pero, hay que reconocerlo también, quizás se hayan cargado demasiado las tintas;
Es la tentación de la vida eremítica, siempre latente en la historia franciscana, que acaba siempre superada por una vida mixta de contemplación y de acción. El desorden interno de las Constituciones puede explicarse también por la intención primordial de los legisladores.
- Estos pretenden, más que redactar un texto legislativo completo, salir al paso de los abusos que ellos han vivido dentro de la Observancia;
- De hecho, la primera generación capuchina, formada en su mayoría por religiosos provenientes de la Observancia, mantenían cierto espíritu de cuerpo con los Observantes y no perdieron la conciencia de que su intento había sido reformar la Observancia;
La generación siguiente, en cambio, formada por capuchinos que no habían sido antes Observantes, tendió a considerar la nueva reforma como una rama distinta del árbol franciscano. Las Constituciones de Albacina , sin embargo, tuvieron una vida corta. En 1536 se promulgaron otras nuevas.
Estas últimas constituirán la legislación definitiva de la Orden capuchina y el punto de mira de las revisiones posteriores de la legislación. Se vio claramente que había que superar las imperfecciones y parcialidades del primitivo texto legal.
Con todo, éste había dado ya a la naciente reforma la unidad fundamental que precisaba. Es cierto que las Constituciones de Albacina no eran un cuerpo orgánico de leyes apropiado para encauzar la vida de una institución, y que había que superarlas. Pero su importancia estriba en que en ellas podemos rastrear las directrices carismáticas de fondo del primitivo grupo capuchino, para una interpretación vital nueva de la Regla de san Francisco.
- Hoy las debemos leer con perspectiva crítica, pero no podemos considerarnos ante ellas como extraños;
- Esto último lo digo para los capuchinos;
- [ J;
- Ciurana , OFMCap, Nota sobre los orígenes de la reforma capuchina (1525) y las Constituciones de Albacina (1529) , en Selecciones de Franciscanismo , vol;
VII, n. 20 (1978) 243-249] * * * * * LOS PRIMEROS CAPUCHINOS Y LA OBSERVANCIA DE LA REGLA FRANCISCANA por Fidel Elizondo, o. cap. [El P. Elizondo ha publicado numerosos y amplios estudios sobre la Regla franciscana y sobre las Constituciones de los capuchinos y otros temas afines.
Aquí ofrecemos la última parte de uno de sus escritos, publicado en Estudios Franciscanos 80 (1979) 1-42] No queremos terminar nuestro estudio en torno a la mentalidad de los primeros capuchinos sobre la observancia de la Regla sin hacer algunas reflexiones que juzgamos de interés.
ORIGINALIDAD DE LA FORMA DE VIDA CAPUCHINA Si se leen las fuentes narrativas del siglo XVI, fácilmente se puede llegar a una conclusión que no responde a la realidad: la originalidad de la forma de vida capuchina. Es verdad que los nuevos religiosos insisten en ciertos aspectos un tanto olvidados y a veces voluntariamente silenciados: forma del hábito, cumplimiento del Testamento del seráfico Padre, pobreza franciscana llevada a sus últimas consecuencias, pronunciada austeridad de vida, ardientes deseos de contemplación y alejamiento del mundo.
Pero todo ello se encuentra ya a través de los siglos en la propia familia minorítica, no en su conjunto, sino en cenáculos de hermanos, ansiosos por vivir íntegramente el espíritu franciscano. Los movimientos de reforma son una constante nunca extinguida en la trayectoria ideal y práctica de la Fraternidad.
La Orden capuchina es otra reforma surgida en el seno de la Orden; una de las más florecientes, si se quiere; pero siempre dentro de la misma y enriquecida con su caudal cristiano y religioso. De ahí, la importancia de establecer científicamente las relaciones verdaderas, no fantásticas, entre la espiritualidad y normas prácticas de las primeras generaciones capuchinas y las existentes en otros focos de reforma franciscana.
Desgraciadamente son escasos los esfuerzos realizados en la empresa. Se formulan algunos principios generales sobre el tema; se aducen algunos ejemplos; pero nada más. Falta el estudio minucioso y comparativo, que nos ofrezca datos ciertos y esclarecedores.
Tal vez este planteamiento no agrade a ciertos ambientes de tendencia magnificadora, por estimar que se empobrecería la supuesta originalidad de la vida capuchina. No lo creemos. Se pondría cada cosa en el lugar que le corresponde, lo cual siempre es deseable, y, a la vez, se comprobaría la absorción de las más auténticas esencias espirituales franciscanas por parte de la familia capuchina.
- Tal vez, algunos detalles podrán tener origen en casa extraña: serán pocos y de escasa importancia, nunca y en nada, determinantes;
- También la mentalidad del siglo en que se vive en torno a la concepción del hombre, del cristiano y del religioso deberá tenerse en cuenta, pues siempre influye en toda institución eclesiástica y civil;
Pero las verdaderas y profundas fuentes de la vida ideada por la reforma capuchina hay que buscarlas principalmente en la Orden franciscana. EQUILIBRIO CONTEMPLACIÓN-ACCIÓN No fue fácil a los capuchinos el establecerlo. Como tampoco a otras reformas franciscanas.
Las crónicas del siglo XVI presentan frecuentemente ejemplos de religiosos entregados a la contemplación y al servicio de los demás. Es normal que, en el laudable afán de vivir íntegramente la vida minorítica, los primeros capuchinos acentúen el aspecto que más fácilmente olvida la naturaleza humana: la oración; mejor, la contemplación.
Por el esfuerzo, por el trabajo y por la dificultad que entraña. Ni siquiera hay que acudir, para explicarlo, a la mentalidad de los cenáculos de oración en el siglo XVI. Basta recordar la historia de las reformas franciscanas en los siglos XIV-XV, y los cauces nos conducen a las mismas fuentes: al seráfico Padre y su encarnación profunda del binomio contemplación-acción, alejamiento-presencia entre los hombres; binomio de difícil desarrollo en una agrupación numerosa de personas.
Los legisladores de 1536 intentan realizarlo; pero los de 1552, por algunas correcciones hechas al respecto, patentizan su no consecución total. Pero el ejemplo ahí está. Y muy actual. La concepción activa de la vida, el desasosiego por el trabajo cotidiano, el continuo movimiento sin espacios convenientes de conversación pacífica y tranquila con Dios, tendrán de todo menos de franciscano o capuchino.
¿Es la mentalidad moderna? ¿Es el discurrir de la sociedad agobiada? Poco valen los argumentos para quien se mueve por otros principios y quiere encarnarlos hoy. También existe afán de dinero; también, ansias de comodidad. Y el capuchino se empeña en derivar hacia otros derroteros.
POBREZA Y AUSTERIDAD DE VIDA Otro de los elementos que hace impacto entre los hombres del siglo XVI es la estampa del capuchino rabiosamente pobre y chillonamente austera: en los conventos, en las iglesias, en los vestidos, en los alimentos y en el ajuar.
Científicamente está demostrado que los nuevos religiosos sólo desean vivir íntegramente la Regla seráfica. Igualmente hay que afirmar que en no pocas ocasiones el ferviente anhelo se cristaliza en ciertas exageraciones, como norma de vida permanente. Pero de nuevo surge el problema actual.
- ¿La acomodación moderna de la Orden sigue la pista trazada por las primeras generaciones capuchinas? Con mentalidad distinta, con diversidad de entorno, con discrepancia de enfoque; ¿pero con el mismo sincero deseo de practicar de hecho hoy y a nuestro modo la pobreza-austeridad con todas sus consecuencias, en edificios, vestidos, alimentos, uso del dinero y necesarias limitaciones? Si se prefiere, diversas de las vividas por los capuchinos en el siglo XVI; ¿pero reales, no teóricas, en el siglo XX? 4;
OBSERVANCIA Y APRECIO DE LA REGLA Si consultamos las fuentes diplomáticas, legislativas y narrativas del primer siglo de la Orden, un ideal emerge por doquier, foguea el espíritu capuchino y encuadra la actuación de los hermanos: el íntimo, ininterrumpido y anhelante deseo de observar escrupulosamente la Regla y las intenciones del seráfico Padre.
¿Razones? ¿Se deberá a que para el Fundador la norma de vida por él trazada es “la medula del evangelio, el libro de la vida, la esperanza de la salvación y el pacto de la eterna alianza”? ¿Acrecentarán la estima de los religiosos las exhortaciones del Santo para que sus hijos la observen sin glosa y a la letra? ¿Influirá, tal vez, la creencia de que ha sido inspirada directamente por Dios, hasta el punto de considerarla más como obra divina que humana? Puede opinarse cuanto se quiera; pero la conclusión siempre permanece idéntica; el único motivo fundamental del origen de la Orden capuchina es el cumplimiento visceral de la Regla, que conduce a los religiosos a apreciarla, estudiarla, llevarla consigo, leerla con frecuencia, conversar y meditar sobre ella.
Y, como consecuencia, a plasmarla en la práctica, sin mitigación alguna. La reflexión incluye un problema de hondura. Estudiados científicamente muchos aspectos de la reforma capuchina, reconocidos los íntimos deseos de observar integralmente la Regla y comprobados ciertos extremos de exageraciones concretas, perfectamente comprensibles por la mentalidad del siglo XVI y las lecturas que alimentan la espiritualidad de los primeros reformadores, cabe preguntar: ¿a qué debemos atenernos hoy: a las intenciones por ellos alimentadas, o también, al modo práctico de encarnarlas? En otras palabras: ¿basta al capuchino ser auténticamente franciscano o ha de buscar y mantener sus peculiaridades propias? Muchas distinciones podrían formularse para responder cumplidamente al problema planteado.
Pero estimamos que la realidad no puede apartarse mucho de las siguientes conclusiones: ante todo, se debe mirar las intenciones de los fundadores, y, por lo tanto, la Regla franciscana debe ser para los capuchinos la norma fundamental peculiar de vida religiosa.
Las pretendidas exageraciones en cumplirla, las concreciones a la vida práctica ideadas por las primeras generaciones, en parte influenciadas por la espiritualidad cristiana y religiosa de aquella época, son elementos secundarios, sujetos a necesarios o convenientes cambios; pero ellos han formado un ambiente de familia que, nosotros, sin más, no podemos abandonar.
Con todo, lo verdaderamente importante para el capuchino de ayer y de hoy es el esfuerzo denodado en observar, no de palabra y en teoría, sino de hecho y en verdad el espíritu y la substancia de la norma de vida minorítica.
Los capuchinos, a través de los siglos y con las limitaciones propias de la naturaleza humana, han pretendido encarnarlos, acomodando su cotidiana existencia a los postulados fundamentales de la Regla. Y, justo es afirmarlo, la Orden, por haber seguido la trayectoria trazada por ésta en torno a la pobreza, a la humilde y sencilla minoridad, a la exquisita caridad para con los necesitados e indigentes, al íntimo recogimiento con el Señor, ha dejado una huella no despreciable de su vivir y actuar en la Iglesia: el capuchino era algo especial para los fieles sencillos, para el verdadero pueblo de Dios.
En nuestro sincero deseo actual de renovación, tal vez hayamos olvidado en demasía nuestro peculiar sentido franciscano de la vida y la concretización básica y exigente de la Regla. Sin reflexionarlo suficientemente, queremos asemejarnos, quizás en demasía, a los sacerdotes diocesanos y a otros religiosos, haciendo un conglomerado no siempre fácil de digerir.
Y, sin pretenderlo, surge una pregunta humilde y sencilla: ¿hoy, la Orden capuchina proyecta luz peculiar de vida y actuación entre los fieles? [ F. Elizondo , OFMCap, Los primeros capuchinos y la observancia de la Regla franciscana , en Selecciones de Franciscanismo , vol.
VIII, n. 23 (1979) 297-300] * * * * * FISONOMÍA ESPIRITUAL DE LOS CAPUCHINOS por Lázaro Iriarte, o. cap. Cuando los capuchinos se establecieron en Barcelona, 1578, la pujante reforma se hallaba en lo que podríamos llamar la tercera fase de su evolución.
Dejada atrás la etapa de la reacción primera contra la institución, con su tanto de espíritu de rebelión y de fondo polémico, superada la crisis sobrevenida con la apostasía de Bernardino Ochino, la Orden se había situado en el pueblo de Dios con una conciencia segura de su personalidad espiritual y de su misión en la Iglesia.
El Concilio de Trento había visto en su última época al vicario general de los capuchinos sentado entre los demás superiores generales de las Ordenes religiosas, pero había contribuido a impulsar la vida y la acción de la reforma hacia una mayor institucionalización, especialmente por lo que hace a los estudios y a los medios de apostolado.
La estadística dada a conocer en el capítulo general de 1578 enumeraba 21 provincias, todas en Italia, 325 casas y 3. 746 religiosos. Las 21 provincias eran italianas; ese mismo capítulo de 1578 instituyó los dos comisariatos de Francia, que agrupaban los conventos fundados desde 1574, en que llegaron a París los primeros capuchinos.
Italianos fueron los que configuraron el espíritu y la vida de observancia de la primera generación francesa. Los capuchinos españoles, iniciadores de la reforma en Cataluña, se habían formado en Italia.
El sello italiano , muy marcado en lo que se refiere a la fisonomía interna, tuvo gran parte en el estilo de las comunidades que se fueron extendiendo por España, si bien poco a poco, como pasó en las provincias del otro lado de los Alpes, la índole nacional se fue abriendo paso, creando no pocos conflictos, que aparecerían en la visita de los ministros generales, empeñados en ver relajación en todo lo que pudiera contrastar con el modo de vivir italiano.
- Aun la severidad empleada por san Lorenzo de Brindis en su recorrido por los conventos de España se explica en gran parte por esa concepción cismontana;
- La fuente fundamental para conocer la espiritualidad de los capuchinos en el primer siglo de su historia son las Constituciones , que constituyen no sólo el código legislativo fundamental, sino sobre todo el auténtico proyecto de vida, con la formulación precisa del ideal intensamente vivido;
Un primer esbozo de Constituciones se hizo en el capítulo tenido en el eremitorio de Albacina en 1529, todavía en un clima de contestación; su título original e íntegro es «Constituciones de los Hermanos Menores llamados de la vida eremítica». Más tarde, en el capítulo de 1535, cuando el movimiento se veía consolidado y consciente de sí, se hizo una reflexión a fondo sobre la intensidad de la nueva reforma, bajo la dirección de Bernardino de Asti, hombre de gran cultura teológica y franciscana, hecho al manejo directo de los escritos de san Francisco y de las antiguas fuentes, profundamente compenetrado con el espíritu de san Francisco, clarividente y, lo que más importa, él mismo alma de oración y de auténtica experiencia espiritual.
Él fue quien preparó el texto de las Constituciones promulgadas al año siguiente, 1536, que son las que, en cuanto al texto fundamental, han regido la Orden hasta el capítulo de renovación de 1968. Bernardino de Asti concibió la ley básica de la reforma como un programa de vida, en el cual las motivaciones evangélicas y franciscanas ocupan el lugar primario; las prescripciones aparecen como aplicaciones concretas del ideal, casi desapercibidas.
En ulteriores revisiones de esas Constituciones irían apareciendo nuevos elementos jurídicos y penales, a veces en contradicción con las motivaciones espirituales, que se dejaban intactas. Un ejemplo del estilo de legislar adoptado en 1536 lo tenemos en el capítulo séptimo, cuando se habla de las medidas coercitivas con los hermanos culpables.
Preceden cuarenta líneas sobre la comprensión y misericordia con que debe ser tratado el pecador, según las enseñanzas de Jesús y de san Francisco; y al final todo termina con esta norma: «Mandamos que en nuestras cuestiones internas y, sobre todo, en la corrección y castigo de los hermanos, no se observe la sutileza de la ley ni se apliquen las marañas judiciarias» (n.
95s). No pensaba Bernardino de Asti que, andando el tiempo, sin modificar esas preciosas motivaciones de hondura evangélica, el capítulo general llegaría a promulgar un Modus procedendi , verdadero código penal adicional; esto sucedería en 1593. Además de las Constituciones, tenemos las relaciones y crónicas editadas en Monumenta Historica y las circulares de los ministros generales.
LA «REFORMA» CAPUCHINA Y SUS FUENTES DE INSPIRACIÓN Cuando se leen las primeras constituciones y los relatos de los cronistas del siglo XVI, una de las cosas que llaman la atención es la insistencia con que se habla de reforma , más aún, de la verdadera reforma que tantos buenos religiosos de la Observancia estaban esperando.
Esta insistencia, que llevaba como peligro inevitable lanzar contra la institución, de la que se habían desligado, la tacha de «relajación», originaría más tarde una seria querella por parte de los agraviados, en especial al aparecer el primer tomo de los Anales de Baronio.
- Todo movimiento reformista tiende siempre a buscar una justificación en esa acusación a la situación precedente;
- Es difícil afirmar valores con la opción vital de un ideal, como lo hizo san Francisco, sin incurrir en actitudes anti;
El movimiento que se dio en 1525 con Mateo de Bascio no era aislado, ni mucho menos. Había en toda la Orden franciscana una fuerte efervescencia que reclamaba urgentemente cauces legítimos de renovación con un retorno sincero a san Francisco. A la inquietud creciente en Italia había precedido en España la reforma de los guadalupenses , con su anhelo de austeridad y retiro, y el movimiento de las casas de recolección, grandemente apoyado por Francisco de los Angeles Quiñones, ministro general desde 1523.
He dicho que el sello de italianidad aparece patente en la reforma capuchina. Pero debo decir también que la primera inspiración llegó más bien de España. Un cotejo de las Constituciones de Albacina con el Modo de vivir dado por Quiñones, en 1523, para las casas de retiro de Castilla, en 1524 para las de Portugal y en 1526 para las de Italia, pone de manifiesto que lo tuvieron a la vista los capitulares que en 1529 se dieron a sí mismos el nombre de «hermanos menores de la vida eremítica», pero acentuando notablemente el rigor en la austeridad y en la práctica de la pobreza.
Volver a san Francisco fue la consigna desde un principio: «Reformarse no es otra cosa que retornar a la forma original dada en los comienzos a nuestra santa Religión», dice Bernardino de Colpetrazzo. Y el símbolo de este retorno fue recobrar la forma del hábito usado por el santo Fundador, según aparece en las más antiguas pinturas y en los hábitos conservados como reliquias.
- En concreto fue el capucho cónico lo que distinguió a los agrupados en la nueva reforma y se convirtió en denominación popular;
- Los valores de forma en aquella época eran de orden primario; no hemos de extrañarnos de que la cuestión del verdadero hábito de san Francisco originara polémicas no siempre pacíficas;
Pero en la base había una voluntad sincera de conformarse en todo a san Francisco , como él se conformó en todo a Cristo. Lo expresaban en estos términos las Constituciones de 1536: «Puesto que en tanto somos hijos del seráfico Padre en cuanto imitamos su vida y doctrina, por lo cual nuestro Salvador dijo a los hebreos: “Si sois hijos de Abraham haced las obras de Abraham”; así, si somos hijos de san Francisco, debemos hacer las obras de san Francisco: por esto se ordena que cada cual se esfuerce por imitar a este nuestro Padre, dado a nosotros como regla, norma y ejemplo, más aún, hemos de imitar en él a nuestro Señor Jesucristo, no sólo tomando en cuenta la Regla y el Testamento, sino todas sus encendidas palabras y sus obras llenas de caridad.
- Por lo cual deben leerse con frecuencia su vida y las de sus compañeros» (n;
- 6);
- «Dado a nosotros como regla, norma y ejemplo »;
- Francisco siguió siendo siempre, aún después de su muerte, la Regla viva , sobre todo para los celadores de la fidelidad a la Regla escrita;
Mientras que la orientación oficial de la Orden, apoyada en la posición jurídica de los doctos, fue aferrándose cada vez más a la letra, leída a la luz de las declaraciones pontificias, el sector «espiritual» tuvo como punto de referencia la vida y la «intención» de san Francisco.
Esa intención se esforzaba por descubrirla Bernardino de Asti, redactor de las Constituciones, no sólo en la letra de la Regla y del Testamento, sino en las encendidas palabras y en el ejemplo del Fundador, y secundariamente en las fuentes biográficas antiguas.
Por desgracia no todos estaban capacitados para establecer esa escala preferencial, quizá porque el acceso a los escritos personales de san Francisco -cartas, admoniciones, Regla no bulada- no era fácil a la mayoría de los religiosos. En realidad, poco a poco los responsables de la formación de los jóvenes capuchinos fueron dando más importancia al Espejo de Perfección y al Libro de las Conformidades , que ofrecían una imagen deformada del Fundador y de los orígenes de la Orden.
Las constituciones de 1536 decían ya a este propósito: «Para conocer mejor y al detalle la mente de nuestro seráfico Padre, léanse sus Florecillas , las Conformidades y los otros libros que hablan de él» (n.
142). Interesante: ese criterio de leer las Conformidades como fuente del genuino espíritu franciscano se mantuvo hasta la revisión de 1968. Al enlazar con los «espirituales» del primer siglo franciscano, los capuchinos cayeron en el literalismo por lo que hace a la Regla.
Mateo de Bascio habría escuchado en la oración las mismas palabras que, según la leyenda recogida por el Espejo de Perfección (n. 1), dijo Cristo a san Francisco ante los ministros: «Quiero que esta Regla sea observada a la letra, a la letra, a la letra».
Y lo mismo que en los tiempos de Ángel Clareno, no dejó de producir cierto fanatismo, que se refleja en las relaciones de los cronistas. Con todo, no faltan testimonios de una pedagogía sana en la fidelidad al espíritu y al contenido evangélico de la Regla más bien que a la letra material.
Bernardino de Asti consideraba la sana interpretación de la Regla como un don del Espíritu del Señor a los que la observan con sencillez. Mateo de Schio (+1550) solía decir: «Ahora yo comprendo la Regla porque la observo.
La Regla no consiste en practicar observancias; sino que el que está enamorado de Dios e iluminado por el Espíritu Santo puede guardar la Regla de san Francisco, ya que ésta se resume en un verdadero desapropio de sí mismo y en el verdadero amor de Dios.
- La Regla es espiritual y debe ser observada por el espíritu y para el espíritu »;
- Y Bernardo de Offida ( c;
- 1558): «La Regla es toda espíritu y no se la puede entender sino es por espíritu y observancia;
- Las Constituciones de 1536 (n;
5) contienen un ardoroso compromiso de fidelidad a la Regla, que debe ser observada «sencillamente, a la letra y sin glosa»; se renuncia por ello a toda exposición «carnal, inútil, dañosa y relajatoria», pero se aceptan las declaraciones pontificias; el comentario vivo , sin embargo, ha de ser «la santísima vida, doctrina y ejemplo del Padre san Francisco».
- El Testamento viene presentado como «glosa y exposición espiritual de la Regla» (n;
- 6);
- A los maestros de novicios inculcaban las mismas Constituciones que no se contentaran con enseñarles observancias y ceremonias, sino sobre todo las cosas del espíritu, «necesarias para imitar perfectamente a Cristo, nuestra luz, camino, verdad y vida», mostrándoles, con el ejemplo y con la palabra, «en qué consiste la vida del cristiano y del hermano menor» (n;
17). PRIMACÍA DE LA CONTEMPLACIÓN En la vida de san Francisco y en los orígenes de su Orden, la vida de oración contemplativa ocupa un puesto primario. Una vuelta sincera al Fundador no puede menos de hacer resaltar los valores de la intimidad con Dios, del retiro y de la soledad.
Todas las reformas franciscanas, a partir de los observantes del siglo XIV, acentuaron este elemento, incluso exagerándolo en una opción marcadamente eremítica en la primera generación. La época en que aparecen los capuchinos señala el punto culminante de la marcha hacia la contemplación personal.
Los capuchinos se pronunciaron desde el principio por un rechazo neto de todo aparato externo en las celebraciones comunitarias y contra la multiplicidad de «oficios de gracia» y de rezos vocales. El oficio divino debía recitarse en tono recto, sin modulaciones.
La misma nota de austeridad y de recolección regía en la celebración de la Misa, pero supieron valorar el sentido comunitario del culto divino, en especial de la Misa. San Francisco había mandado, en la carta a toda la Orden, que en cada lugar no se celebrase más que una sola Misa, aun cuando hubiera varios sacerdotes; y esto, para evitar que la fraternidad se disgregara en el momento más intenso de la unión entre los hermanos.
Todo se subordinaba a la oración mental. Los maestros de la nueva reforma, Bernardino de Asti, Juan de Fano, Eusebio de Ancona, la consideraban como el fin de la Regla y aun de la vida religiosa en general; y se fundaban en la cláusula del mismo san Francisco en la Regla: «Lo que más importa es orar siempre a Dios con corazón puro y mente limpia».
- De ahí el papel que concedían a la pobreza como la gran liberadora de los impedimentos para la oración;
- Para facilitar la espontaneidad y el sosiego de la contemplación solitaria, estaba mandado que hubiera algunas celdas en el bosque próximo al convento, donde por tiempos los hermanos atraídos por la soledad pudieran llevar «vida eremítica» sin ser molestados (Albac;
42). No sólo las ocupaciones manuales y los rezos mecánicos podían ser causa de aminorar la afición a la oración contemplativa, sino aun el ministerio de la predicación. Por eso las Constituciones de 1536 ordenaban que los predicadores, «cuando por el trato con seglares sintieran disminuir en ellos el espíritu, volvieran a la soledad, y en ella estuvieran hasta tanto que, llenos otra vez de Dios, los impulsara a diseminar las gracias divinas por el mundo.
» (n. 114). POBREZA EVANGÉLICA, LA GRAN LIBERADORA Una vuelta sincera a san Francisco no puede menos de llevar consigo el redescubrimiento del ideal y de la vida de pobreza evangélica. La primera generación capuchina hizo de la pobreza como el cimiento del compromiso personal y colectivo de seguir a Cristo según el ejemplo y las enseñanzas de san Francisco.
Bajo el magisterio de Bernardino de Asti, la espiritualidad de la reforma supo captar todo el sentido profundamente evangélico de la pobreza voluntaria y se ligó aun con las consecuencias heroicas de la misma. Es lo que aparece en las extensas motivaciones del capítulo sexto de las Constituciones de 1536.
La «altísima» y «celestial» pobreza (n. 38, 69, 81) es llamada «madre santísima», «madre amadísima» (n. 23, 27, 84), «reina y madre de todas las virtudes, esposa de Cristo y del seráfico Padre» (n. 27), «firmísimo fundamento de toda la regular observancia» (n.
126). Pero la pobreza, aun siendo tan fundamental, no es la meta de una vida; sigue siendo medio de perfección, y ésta consiste en la caridad. Ante todo, la razón última de elegir una vida en pobreza es la opción hecha por el Hijo de Dios, «hecho pobre por nosotros en este mundo» (2 R 6,3); una vida señalada por la pobreza desde el nacimiento hasta la cruz (n.
69). Ya san Buenaventura había puesto de relieve la importancia de la práctica de la pobreza como disposición para las ascensiones místicas. Los capuchinos vieron desde el primer momento en la renuncia a los bienes y a todo afecto terreno un requisito imprescindible para la verdadera oración.
Bernardino de Asti enseñaba que tres virtudes son el fundamento de la vida de un verdadero capuchino: caridad, pobreza y oración. Las tres se necesitan mutuamente. a) Pobreza-abdicación. Como verdaderos franciscanos, los primeros capuchinos daban más importancia a la pobreza del grupo que a la de cada hermano.
- Es la fraternidad como tal la que se compromete a vivir en pobreza total, en inseguridad, renunciando a los medios fijos de vida;
- No es la pobreza monástica , que toma como modelo la primera comunidad de Jerusalén, esto es, la vita communis fruto de la renuncia individual, sino la pobreza apostólica , la de Cristo y los apóstoles;
Aceptaron la interpretación tradicional del Nada se apropien de la Regla (2 R 6,1), en sentido jurídico de abdicación del dominio, en conformidad con las declaraciones pontificias, pero teniendo presente el sentido evangélico dado por san Francisco. b) Pobreza-peregrinación.
El sentido de peregrinación, connatural a la vocación cristiana y tan esencial en el ideal de pobreza de san Francisco, lo vivieron intensamente los primeros capuchinos; la misma preocupación de depender de propietarios inmediatos de las casas y lugares obedecía, de acuerdo con la Regla, a la voluntad de no instalarse en lugar alguno.
A la misma mística de peregrinación respondía la manera sencilla y provisional de hacer los edificios en los «lugares» (nunca dieron el nombre de «convento» ni menos de «monasterio» a la vivienda). En los comienzos eran eremitorios o construcciones abandonadas.
- Debían estar situados ni demasiado cerca ni demasiado lejos de las ciudades, buscando un equilibrio entre la soledad y la integración en el contexto humano;
- Las Constituciones se atenían a la norma dada por san Francisco en el Testamento para las casas e iglesias; habían de ser «pequeñas, humildes, despreciables y bajas, para que todo predicase humildad, pobreza y desprecio del mundo»;
Lo mismo las iglesias: «pequeñas, pobres y sencillas», y esto por un sentido de minoridad. Aun cuando más tarde las casas se hicieron con material más consistente, los capuchinos se mantuvieron fieles a la norma de sencillez y austeridad. c) Pobreza-minoridad.
- San Francisco dio mayor importancia a la pobreza interior, del espíritu, que a la exterior de las cosas materiales;
- «Vivir sin propio» significa para él tener el corazón verdaderamente «desapropiado», liberado de toda ambición, codicia, propia complacencia, envidia de los bienes ajenos;
Las Constituciones de 1536 recogen esta doctrina; y era inculcada a los hermanos por los maestros de la primera generación. El binomio pobreza-humildad , que hallamos en los escritos de san Francisco, se expresa con el término minoridad , que quiere decir actitud evangélica de no ocupar los primeros puestos, de no estar sobre los otros, de no imponerse a ninguno, sino estar al servicio de todos, siempre disponible para hacer el bien, sin pretender ni compensaciones ni gratitud ni honores o gloria.
d) Pobreza-austeridad. La joven reforma, al igual que los demás movimientos del tiempo, franciscanos y no franciscanos -como por un acuerdo tácito denominados de descalzos -, hizo de la austeridad la palabra de orden.
El hombre del siglo XVI, aristócrata o burgués, era amigo de comodidades, del bien vestir, especialmente del bien calzar; la vanidad de quien tenía medios aparecía en la ostentación de los grandes palacios con sus portaladas solemnes, sus espaciosos ventanales, sus salones altos y profusamente adornados, de las carrozas lujosas, de las quintas señoriales, de los banquetes de manjares variados y refinados.
La pobreza no suponía sólo, para los capuchinos, elegir un modo de vivir pobremente, sino la respuesta profética a todo aquel «mundo». En todas las cosas, establecían las Constituciones de Albacina, «ha de resplandecer la sobriedad, la pobreza y la austeridad» (n.
15). Las fuentes hablan, como de un elemento connatural a la pobreza, de la santa rudeza, vileza, sencillez, estrechez. «La austeridad aterrorizaba, la pobreza y sencillez enternecían, y la devoción conmovía» a los que visitaban los «lugares» de los capuchinos (Pablo de Foligno).
e) Pobreza-fraternización con los pobres. La pobreza no es una opción filosófica o ascética, sino una realidad trágica en los que son víctima de ella. San Francisco, en su itinerario penitencial, descubrió primero al pobre, como un hermano, después descubrió al Cristo pobre y paciente.
Para él la pobreza es una existencia pobre, la de todo hombre que padece penuria, marginación u opresión; pero, sobre todo, es la existencia del Hijo de Dios, «hecho pobre por nosotros en este mundo» (2 R 6,1), el cual afirma que lo hallaremos siempre que vayamos al encuentro de todo hermano que tiene necesidad de nosotros.
También en el origen de la reforma capuchina nos encontramos con el mismo itinerario. Mateo de Bascio, en 1525, se sintió llamado a renovar la pobreza franciscana después de haber ejercido la caridad con un desgraciado.
Él y los primeros iniciadores de la reforma se acreditaron ante la población en la asistencia denodada a los apestados. Pedían hospitalidad gustosamente en los hospitales y se entregaban a los servicios más humildes en los mismos. Además, existía la norma de compartir con los pobres la parvedad de los propios recursos.
- VIDA FRATERNA La pobreza y la austeridad sólo son auténticamente evangélicas si liberan los corazones para el amor;
- Tomás de Celano pone de manifiesto el papel que la vida de pobreza voluntaria desempeñaba en el grupo inicial formado por san Francisco: libre y desprendido de afanes terrenos y de afectos «privados», cada hermano volcaba en los otros toda la intensidad del amor (1 Cel 39);
Esta conjunción feliz de renuncia y de gozo en la convivencia fraterna, difícil de comprender para quien no capta el dinamismo evangélico en profundidad, supieron realizarla las primeras generaciones capuchinas. Los cronistas nos ofrecen cuadros sorprendentes de ingenuidad, espontaneidad, compenetración y ayuda recíproca, de manifestaciones de amor fraterno hasta la ternura, en un clima de alegría y de sencillez.
- Al recobrar la espontaneidad original, hallaron absurdos los convencionalismos de precedencia, jerarquías, exenciones y todo cuanto afea la igualdad fraterna, incluso la diferencia entre sacerdotes y no sacerdotes en el interior del grupo;
En los primeros decenios, gran parte de los superiores locales eran hermanos legos, y ellos iban también como delegados a los capítulos, hasta que el Concilio de Trento puso fin a esta práctica. VITALIDAD APOSTÓLICA Tras un primer estadio de concentración eremítica, que no es precisamente anacorética, ya que con el cultivo de la soledad va unida la intimidad fraterna, suele seguir en las reformas franciscanas una incontenible expansión evangelizadora.
En los capuchinos, este segundo tiempo no se hizo esperar, tal vez vino demasiado pronto para algunos que hubieran necesitado más tiempo de cenáculo recoleto. Ya el capítulo de 1535, bajo Bernardino de Asti, lanzó a la nueva reforma a la predicación en gran escala.
El capítulo nueve de las Constituciones ofrecen la descripción ideal del anunciador del Evangelio: hombre de profunda experiencia del trato con Dios, enamorado de Cristo, contemplador de la Palabra de Dios, lleno de celo por la salvación de las almas, ejemplar en toda su vida, ardoroso, pero prudente en lo que dice, dando gratuitamente lo que gratuitamente ha recibido, duro con los vicios, pero suave con el pecador, cuidadoso de poseer la necesaria cultura teológica, en especial de la sagrada Escritura.
Esta fue la razón única de que, no obstante el recelo expresado en el capítulo de Albacina contra la ciencia, en 1535 se determinara establecer «algunos devotos y santos estudios, impregnados de caridad y humildad» (n.
122). Andando el tiempo la Orden se abriría plenamente al cultivo de las ciencias sagradas, siempre con el único fin de formar sacerdotes convenientemente preparados y dando siempre la primacía a la sagrada Escritura. Los predicadores capuchinos renovaron la predicación de la época, sea aligerándola del uso eclesiástico de divisiones y sutilezas, que la hacían pesada y nada accesible al pueblo, sea principalmente reaccionando intencionadamente contra la moda humanista de hacer alarde de erudición clásica, aun mitológica.
Pero no fue la predicación la única forma de apostolado de los capuchinos en el siglo XVI. Hemos hablado ya de la asistencia caritativa a los hambrientos y apestados. Muy pronto se distinguirían como impulsores de iniciativas sociales, como enviados de paz, como válidos directores de almas, etc.
Y hay que añadir la conciencia de la vocación misionera de la Orden. Ya las Constituciones de 1536 recuerdan el celo de san Francisco por la conversión de los infieles, estimulan a ofrecerse para tal empresa a los hermanos que se sienten llamados, en conformidad con la Regla.
CONCLUSIÓN De nuevo nos hallamos hoy en el esfuerzo por volver sinceramente al Evangelio y a san Francisco. ¿Cuáles son los elementos de la espiritualidad de la reforma capuchina que constituyen un reclamo en el momento actual? 1.
Ante todo, esa misma consigna de retorno a san Francisco , superando convencionalismos y adherencias de tiempos y situaciones que ya no existen. Hoy tenemos medios mejores de conocer el espíritu y las «intenciones evangélicas» del Poverello. Pero quizá nos falte aquella sinceridad elemental de los reformadores.
El elemento contemplativo , esencial en la vida franciscana, está en la aspiración de muchos y es actualísimo en un momento en que el Espíritu Santo está impulsando tantos movimientos en el seno de la Iglesia hacia el descubrimiento de la oración como clima de la experiencia de la fe.
No estaría mal exagerar, como en los comienzos de las reformas, esa nota de retiro y de recolección para recobrar el sentido de la oración. La pobreza evangélica. «Los contemporáneos nos interpelan con insistencia, a nosotros los religiosos, sobre nuestra fidelidad a la pobreza prometida» (Pablo VI, Ev.
testif. 16). ¿Estamos en disposición de asumir, en nuestro tiempo y para nuestro tiempo, los gestos heroicos de los antiguos capuchinos?: a) en cuanto a la abdicación , renunciando a la autonomía, si no en la posesión de los edificios, sí en lo que se refiere a obras e instituciones, recursos propios de acción, etc.
, optando más bien por una inserción en obras, instituciones e iniciativas ajenas; b) en cuanto al sentido de peregrinación y de disponibilidad , renunciando a tantas formas de instalación personal o colectiva que hoy nos quitan la libertad evangélica y apostólica; c) en cuanto a la actitud de minoridad en medio del pueblo de Dios, si no con la renuncia a la exención canónica, muy delimitada hoy por el Concilio, sí con una participación desinteresada en la pastoral de conjunto y con la preferencia por campos de acción y de servicio a los hermanos, sin lustre y sin provecho temporal; d) la pobreza-austeridad fue un concepto muy actual en el siglo XVI, que hoy quizás sea más difícil restaurar en nuestra sociedad del confort y del consumo; en cambio, son muy actuales ciertos aspectos de esa misma pobreza, como son la sencillez, la sobriedad, el contentarse con lo elemental.
; pero ciertamente la pobreza evangélica no es una disciplina ascética, sino una liberación para amar y darse; e) el aspecto de hoy es seguramente el de ver en la pobreza voluntaria un compromiso de fraternización con los pobres; los primeros capuchinos tradujeron ese compromiso en el gesto heroico de obligarse a socorrer a los necesitados en tiempo de carestía y a los apestados en tiempo de epidemia; hoy se ofrecen nuevas oportunidades: los marginados, los emigrantes, los drogadictos.
La vida fraterna busca cauces evangélicos de espontaneidad y de compenetración, lo mismo que en el origen de nuestra reforma. Lo importante es que sepamos poner los presupuestos imprescindibles de ese redescubrimiento: desapropio, sobre todo afectivo, aceptación de cada hermano como es, mutua apertura y confianza, conciencia de hallarnos ligados por un compromiso de grupo a un ideal de vida sumamente exigente, que hemos de llevar adelante entre todos, con lealtad fraterna.
- Para ello se impone el diálogo confiado, el espíritu de servicio, que tiene como fórmula evangélica la obediencia, un estilo de mando que brota de esa misma actitud de servicio, y una proyección externa de la hermandad descubierta y realizada primero hacia adentro;
La acción apostólica tiene hoy la misma raíz de siempre y, más o menos, se desenvuelve por los mismos cauces que hallaron los antiguos capuchinos: experiencia personal de la fe, de la intimidad con Dios, mensaje sincero y directo, denuncia profética con nuestra vida y con nuestra palabra de lo que nuestra sociedad tiene de antievangélico, audacia de ser diferente en un mundo más preparado que nunca para descubrir los valores de una vida de renuncia, de autenticidad cristiana, de verdad austera y diáfana. 23 (1979) 277-296]
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