El llanto – Cuando la tristeza te invade lo mejor para poder expresarla es el llanto. Llorar, ni más ni menos. Resulta preocupante que entre los adultos no es difícil encontrar personas que no lloran nunca, lo cual supone una dificultad para expresar su tristeza.
- Tenemos incorporadas ideas sobre el llanto que nada tienen que ver con la realidad;
- Mucha gente bloquea el llanto cuando apenas empieza a notar que se va a poner a llorar, como si fuese a adentrarse a un pozo de tristeza del que no vaya a poder salir;
Es importante saber que el proceso del llanto tiene una gráfica definida que se inicia lentamente y poco a poco va aumentando de intensidad progresivamente. Va a llegar un punto de intensidad máxima, que es algo parecido al “festival del moco”, tras el cual irá disminuyendo el llanto.
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¿Cómo se manifiesta la tristeza ejemplos?
Los síntomas más evidentes de la tristeza en el ser humano son el llanto, la lasitud o desgana, la astenia, marasmo o estolidez, el nerviosismo y el decaimiento moral.
¿Cómo se expresa la tristeza para niños?
Formas de manifestar la tristeza en los niños – Al igual que las personas adultas, los pequeños también pueden expresar su estado emocional de distintas maneras. Cuando se divierten y están felices es normal que se rían, jueguen y se muestren alegres. Cuando tienen miedo , suelen permanecer inmóviles y callados hasta que el susto se les pasa. Veamos ejemplos de cómo se manifiesta la tristeza en los niños:
- Hipoactividad : se muestran decaídos, apáticos, indiferentes, poco habladores, inapetentes, dormilones… Suelen llorar frecuentemente, incluso cuando no hay un detonante claro.
- Hiperactividad : comen en exceso, están ansiosos, no quieren dormir, están demasiado parlanchines…
Así, para poder detectar cuándo les domina la tristeza, los padres y tutores deben estar especialmente atentos a los cambios bruscos en su comportamiento y a su clima emocional.
¿Qué es la tristeza y ejemplo?
Qué es Tristeza: – Tristeza es un estado anímico que ocurre por un acontecimiento desfavorable que suele manifestarse con signos exteriores como el llanto, pesimismo, melancolía, falta de ánimo, baja autoestima, en otros estados de insatisfacción. La palabra tristeza proviene del latín trístĭtĭa.
La tristeza es un sentimiento frecuente que se puede presentarse en diferentes grados de intensidad, desde la tristeza pasajera que finaliza cuando la causa que la ocasionó desaparece por lo que puede durar minutos u horas, o la tristeza profunda o intensa que puede persistir por varios días o semanas, puede ser tomada como una señal de un problema más complejo como la depresión, caso que amerita una ayuda profesional.
Existen diferentes motivos que desencadenan sentimientos de tristeza como una desilusión amorosa, pérdida de un empleo, muerte de un amigo, familiar, o mascota, enfermedad, nostalgia, insatisfacción personal, y otras situaciones que sean consideradas de modo negativo por el individuo.
En este sentido, la tristeza, supone una fijación de pensamientos pesimistas y tristes, sensación de inferioridad en relación a los demás, pérdidas de interés en la labor profesional, doméstica y afectiva.
El término tristeza es sinónimo de desconsuelo, melancolía, pesimismo, nostalgia, desconsuelo, abatimiento, etc. Por su parte, lo antagónico de tristeza es la alegría, siendo un estado de ánimo ocasionado por acontecimientos favorables que produzcan buen estado de ánimo, sonrisas, etc.
Por otro lado, tristeza hace referencia a la enfermedad de los cítricos causada por un virus y transmitida a través de algunos insectos hemípteros de la familia de los áfidos e injertos. La palabra tristeza en inglés es traducida a sadness.
“We are very sadness because my dogs death. ” Para ampliar la información, consulte el artículo alegría.
¿Cuándo se da la tristeza?
La tristeza es una reacción emocional que surge cuando perdemos algo importante. La intensidad de lo que sentimos depende de cómo cuantificamos la pérdida. La expresión de tristeza en los animales ya fue descrita en 1872 por Charles Darwin en su libro “La expresión de las emociones en el hombre y en los animales”.
En este libro, Darwin defendía su tesis evolucionista indicando que el hombre compartía muchas funciones con los animales aunque había ido mejorando en la escala evolutiva. Los hombres somos seres sociales que vamos construyendo nuestra supervivencia y que mejoramos nuestra adaptación construyendo grupos y relaciones de apego con las personas que significan más para nosotros.
Algunas de estas sensaciones, son el enamoramiento cuando una persona del grupo pasa de ser un extraño, a una figura esencial, o la tristeza, que nos hace sufrir tras la pérdida, provoca empatía en otros miembros del grupo o nos hace reorientar nuestra vida.
Konrad Lorenz fue un destacado etólogo que describió la expresión de la pérdida. Como aclaración, la etología es una rama de la biología y de la psicología experimental que estudia el comportamiento de los animales.
El ejemplo que utilizó Lorenz fue el del comportamiento de una oca al perder a su pareja. La oca se comportaba de manera ansiosa para encontrarla de nuevo, se mostraba ansiosa, llamaba a la pareja perdida y la buscaba de forma desesperada. La tristeza, además es un estado que se mantiene de manera más prolongada a diferencia, por ejemplo, del miedo.
Esto se debe probablemente a que se requiere más tiempo para habituarse a la pérdida que se ha sufrido, normalmente irreversible, que para readaptarse a la normalidad cuando ha pasado la situación de peligro.
También, tras la pérdida hay un periodo de duelo o de readaptación durante el cual hay muchas manifestaciones de tristeza. El periodo de duelo es habitual, ya que se requiere cierto tiempo para restablecerse. Durante este periodo se ve la vida de otra manera, cambian los sentimientos, el humor, el comportamiento… y cuando finaliza, se vuelve a la normalidad.
Sí es cierto que hay duelos normales y otros que se complican hasta llegar a un trastorno emocional del estado de ánimo, pero siempre hay que tener en cuenta que se trata de un proceso, no de un estado.
También podríamos decir que la tristeza sirve para ahorrar recursos, ya que despierta la empatía de las personas que están a nuestro alrededor. De esta manera, nos ayudan y tratan de vincularnos de nuevo al grupo con nuevas emociones y afectos. Es incluso una manera de replantearnos las prioridades de la vida y hacer cambios en nuestros objetivos..
¿Cómo se siente la tristeza en el cuerpo?
La “Emoción” se puede definir como un estado afectivo o reacción subjetiva al ambiente que viene acompañada de cambios orgánicos que influyen sobre el pensamiento y la conducta; y por tanto a nuestra vida afectiva. En el sistema tradicional médico chino, las emociones están asociadas a cada uno de los órganos principales de nuestro cuerpo y pueden activarse presionando puntos clave del mismo.
Esta relación se produce porque cada emoción procede de un campo psíquico que está relacionado con su órgano principal correspondiente. Ese órgano se puede ver influenciado con una emoción en particular.
Por ejemplo, una circunstancia externa como puede ser una situación laboral que nos produce ira y frustración constante puede acabar afectando al hígado y generar un desequilibrio interno. Por esta razón, las emociones pueden llegar a ser causa de enfermedad cuando no las controlamos, son muy intensas, duraderas y alteran nuestro organismo. A continuación, se enumeran sus órganos asociados y algunos de los síntomas que se pueden llegar a producir en nuestro organismo cuando se altera dicha relación:
- La Alegría – está asociada al corazón. La alegría excesiva está relacionada con estados de euforia y puede afectar negativamente al corazón pudiendo llegar a provocar algún tipo de trastorno mental.
Emociones y su relación con el cuerpo
- La Tristeza – está asociada a los pulmones. Cuando la tristeza es duradera afecta al pulmón, repercutiendo en el pecho con sensación de pesadez, cansancio y depresión.
- El Miedo – está asociado a los riñones. A nivel psicosomático, el miedo paraliza y bloquea la energía renal. Esta emoción es negativa cuando se siente por situaciones de peligro imaginarias. De forma prolongada afecta directamente a la boca del estómago. Se manifiesta con deficiencias renales, ansiedad, insomnio, sudor espontáneo y sequedad bucal.
- La Ira – está asociada al hígado. La rabia hace subir la bilis. Los síntomas más comunes son; sabor amargo en la boca, ojos enrojecidos o amarillentos, cara y cuello sonrojados y dolores de cabeza.
- La Preocupación/Reflexión – está asociada al bazo y páncreas. El desánimo, opresión en el pecho y hombros y la falta de respiración son algunas de las consecuencias cuando la preocupación se convierte en una constante en nuestro día a día.
Hay que considerar que la relación que existe entre la emoción y órgano correspondiente, debe ser interpretada considerando además otros factores externos como puede ser una mala alimentación, un descanso inadecuado y la falta de ejercicio. Existen técnicas para ayudar al organismo a equilibrar las emociones y prevenir la aparición de enfermedades o de algún modo reducir el dolor que pueda causar este desequilibrio; la Kinesiología pueden ayudarnos, pero cada persona es única, y es el Kinesiólogo el que tras estudiar el caso, aplicará el tratamiento más adecuado para tratar de manera personalizada el desequilibrio tanto en el sistema emocional, locomotor y en el bioquímico.
Estas son las 5 emociones que todos conocemos y que solemos tener muy presentes en nuestro día a día: la alegría, tristeza, miedo, ira y preocupación o reflexión. Si no te sientes bien y no consigues tener un equilibrio emocional que te haga vivir el día a día de forma tranquila, entra en Kineos.
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¿Cómo me expreso cuando estoy molesto?
Dr. Franco Lotito C. – www. aurigaservicios. cl Académico, escritor e investigador (PUC-UACh) “La espada más aguda, es una palabra pronunciada con enojo” (Buda Gautama, sabio y filósofo fundador del Budismo) Aún cuando no todos los sentimientos y emociones asociadas a la rabia, la ira, el enojo, etc.
, deben comunicarse a la persona que nosotros consideramos culpable de nuestra condición de enojo y rabia, sí existen diversas sugerencias –o reglas, si usted quiere– que permiten expresar dichas emociones de una manera más apropiada.
Lo primero que es preciso aclarar, es que los “sentimientos” y las “emociones” no son una y la misma cosa, por cuanto, en psicología y psiquiatría, existe una clara diferencia al respecto de estos dos conceptos. Cuando se habla de sentimientos, se dice que estos son “estructuradores” y sobre ellos se puede construir una relación de largo plazo, tal como el sentimiento del amor o de la amistad, en tanto que al hablar de emociones, éstas tienden a ser “desestructuradoras” en relación con el estado anímico del sujeto, ya que producen una serie de desequilibrios internos de corto plazo que son desagradables y difíciles de manejar, cual es el caso, por ejemplo, de la rabia, la ira, la cólera, etc.
- Es decir, son emociones que no pueden sostenerse por mucho tiempo al interior del sujeto, por el riesgo que se corre de producir un grave daño físico, especialmente, a nuestro órgano del corazón;
- Una persona, por ejemplo, no podría estar un día entero experimentando durante las 24 horas una emoción como la ira o la rabia, ya que tendría un efecto muy dañino –e incluso mortal– para la salud física y mental del sujeto;
En cambio, todo lo contrario sucede con el sentimiento del amor hacia alguna persona –pareja o hijos–, un sentimiento que puede crecer con cada día que pasa, e incrementar el estado de felicidad y satisfacción interna del sujeto. A continuación, se señalan algunas sugerencias, que permiten expresar el enojo de una persona de una manera, que podríamos describir como “apropiada” :
- Busque ser específico: aquellas personas que son el blanco de nuestro enojo, experimentan tensión, angustia y ansiedad, junto con el temor de recibir insultos, el rechazo, e incluso, golpes por parte del sujeto que se siente agraviado, es decir, nosotros. Si el blanco de nuestro enojo sabe con precisión qué es lo que nos ha molestado, el sujeto puede buscar formas concretas para reparar el daño cometido, ya que, cuánto más precisa pueda ser la persona enojada en su molestia, menos amenazante y agresiva –para la autoestima del otro– será el enojo o la ira expresada.
- Intente ser coherente: el enojo debe ser expresado, tanto a través de mensaje verbales como así también no verbales (o corporales), por cuanto, sonreír al mismo tiempo que expresamos verbalmente nuestro enojo, tiende a confundir la situación y a quién es el blanco de nuestro malestar.
- Verifique los supuestos sobre los cuales usted basa su enojo: independientemente de cuán convencido esté usted de que alguien intentó perjudicarlo, engañarlo o de pasarlo a llevar, usted podría estar equivocado. La recomendación que se puede hacer antes del estallido, es averiguar, qué pudo haber pasado, por cuanto, siempre es factible, que la otra persona no haya actuado de mala fe o con mala intención, ni tampoco imaginar que su acción pudiera generar en otros tal magnitud de enojo y rabia.
- Evite la impulsividad: tenga muy presente, que la ira, el enojo o la rabia generan agresión, nos agitan interiormente y nos pueden cegar, lo cual, a su vez, nos puede conducir a hacer o decir cosas, de las cuales, luego podríamos arrepentirnos. Este es el caso, por ejemplo, de aquellas personas, quienes, en un arranque de celos agreden e incluso, asesinan, a sus parejas, en un acto que, posteriormente, no pueden deshacer.
- Se debe asumir la responsabilidad por el enojo: aquellas personas que expresan su ira, rabia o enojo, deben indicar a la persona que es blanco de nuestro malestar, el por qué y cuáles son las acciones del otro que nos hicieron sentir que fuimos tratados de manera injusta o indebida.
- Hay que ser apropiadamente sensibles: las personas tienden a minimizar el impacto que la ira o la rabia tiene sobre los demás. Los sujetos que son objeto de nuestro enojo, a menudo actúan a la defensiva, ya que se sienten ansiosos y preocupados. En este sentido, no hay una necesidad imperiosa de “recalcar” nuestro malestar para efectos de lograr que los otros nos presten la debida atención.
- Evite provocar, a su vez, cólera o ira en la otra persona: si usted expresa su malestar y su enojo por intermedio de comentarios injustos, ofensivos o con insinuaciones fuera de contexto, usted se expone a que la otra persona también se disguste y adopte una actitud agresiva y grosera, situación que puede escalar hasta el punto de dar espacio a una pelea física y no sólo de tipo verbal.
- Haga un manejo constructivo del conflicto surgido del enojo: la sensación que usted experimenta de estar bajo una afrenta y ataque personal, no deben distraerlo, ni desviarlo del punto principal, a saber, la solución de la problemática subyacente al enojo, ya que lo más probable, es que antes de que surgiera la molestia, el conflicto o la rabia en contra del otro sujeto, ésta era para usted una persona significativa y valorada.
Digamos finalmente, que no siempre es posible –ni tampoco deseable– expresar de manera directa nuestro enojo en contra de aquella persona que consideramos “culpable” de nuestro malestar. Es así, por ejemplo, que quizás no sea muy prudente –y ni siquiera práctico– confrontar a un jefe intolerante, a un nuevo cliente algo prepotente, a un colega que está sometido a un fuerte nivel de presión, tensión y estrés y, menos aún, a nuestra propia pareja, por algo de lo cual la otra persona puede que no esté ni siquiera consciente.
Puede, incluso, que todo el asunto se reduzca a un simple malentendido y nada más. Se dice, que la prudencia es la madre de todas las virtudes, y el filósofo y pensador Aristóteles, consideraba a la prudencia la clave de todas las demás virtudes, ya que, según este pensador, la prudencia se relacionaba con la práctica de la racionalidad.
Por último, una forma más sana de liberar nuestra ira y enojo, es a través de la realización de algún tipo de actividad física de nuestra preferencia, tal como por ejemplo, practicar deportes, correr, nadar, etc. Asimismo, el acto de golpear un punching ball o saco de boxeo, ayuda a liberar energías, rabias y enojos, y nos evita correr el serio riesgo de dañar físicamente a otra persona, o bien, terminar nosotros mismos lastimados.